Desde hace varias semanas todos los blogs de los que soy asidua echan humo y no es para menos. Ha sido declarada la guerra a la lactancia prolongada por parte de algunas webs y algunos medios de comunicación, atacando abiertamente y, en parte, desde la ignorancia, algo tan natural como dar el pecho.
No llego a comprender cual es el problema que ven algunas personas en la forma de criar a nuestros hijos con más apego que otros. Nunca ha habido personas en el psiquiatra porque sus padres les querían demasiado, les cogían mucho en brazos o dormían con ellos. Sin embargo sí hay adultos que sienten rencor hacia sus progenitores por no prestarles demasiada atención o por no haberse sentido lo suficientemente queridos.
Llevo pensando en los motivos que pueden llevar a una persona a juzgar la forma tan cariñosa en la que otro trata a sus hijos. Quizás es parte intrínseca del ser humano juzgar y acrecentar las distancias que hay entre todos. Somos tan simples que sólo nos centramos en lo que nos diferencia y no en todas las cosas buenas que nos unen. Nos peleamos porque somos de distintos equipos de fútbol o de distintas opiniones políticas, nos alejamos porque somos de distintas regiones, vemos con recelo a personas que tienen la piel de un color distinto, evitamos mezclarnos con personas de otras culturas... Definitivamente a los seres humanos siempre nos separan aspectos que no nos definen. Nada de eso nos define como personas. Somos mucho más...
Y también somos mucho más como madres y como padres. Hay mucho más detrás de toda esta campaña. No me identifico como una teta...soy muchísimo más.
¿Y qué es lo que nos hace recelar de todas esas formas distintas de ejercer y de sentir la maternidad? Creo que es el miedo. Miedo a no hacerlo bien, a que otros puedan hacerlo mejor, a que nuestros errores sean muy evidentes, etc.
Miremos lo mal que lo hacen los demás para no ver nuestros propios errores. Critiquemos lo que hacen otros porque así lo que nosotros hacemos será visto por todos como lo mejor. Juzguemos otras posturas para sentirnos mejor con las nuestras.
Yo creo que hago lo mejor para Blanca porque no pienso en mí, sino en ella. No pienso en que yo necesito dormir más, sino en cómo duerme ella. No pienso en que necesito tomarme algo para la caída del pelo, sino en que ella mamará el tiempo que lo desee. No pienso en lo que me gustaría hacer si tuviese más tiempo libre, sino en cómo hacer más maravilloso el tiempo del que disfrutamos juntas.
Si me van a juzgar a mí, diría que los que estivilizan a sus hijos lo hacen porque desean dormir a costa de lo que sea. Diría que los que destetan sin necesidad lo hacen pensando en su propio beneficio y no en sus hijos... Pero a mí no me gusta juzgar a nadie. Como ya he dicho, somos mucho más. No podemos conocer todas las historias, ni todas las circunstancias ni todos los motivos que nos mueven.
Por eso no podemos opinar, no debemos seguir mirando con desaprobación a nuestros vecinos o amigos sólo porque sean personas distintas con criterios distintos. Todos somos completamente diferentes entre nosotros. Al fin y al cabo eso es lo maravilloso del ser humano.